Monday, August 4, 2014

El sabor amargo de la dulce espera

Pocas noticias pueden alegrarte tanto la vida como enterarte de que vas a ser mamá. Nunca va a ser el mejor momento para serlo, ni tampoco vas a sentirte preparada. Pero la alegría de saber que hay alguien que late dentro tuyo, logra que por momentos olvides todo lo demás.

Y digo por momentos, puesto que la dulce espera suele ser más amarga de lo que uno se imagina. Náuseas matutinas y vespertinas pasan a formar parte de tu rutina diaria. Cansancio extremo, mareos y toda clase de síntomas típicos que se desarrollan cual contraindicación médica. Algunas mujeres (entre las que me encuentro) la pasamos mejor, pero todas tenemos que pasarla. Ni qué decir de los tremendos dolores de cabeza o la acidez constante.

En fin, todas estas resultan ser pequeñas amarguras que una vez superadas, las recordamos hasta con cierto cariño (seremos masoquistas las mujeres?). Quién no se topó alguna vez con una madre que te dice "ayyy sí, me acuerdo, la pasé mal, pero no es para tanto... pasa tan rápido! Y vale la pena!"

Y sí, es cierto. Los hijos son regalos maravillosos de la vida, son inmensas alegrías que nos impulsan a seguir y nos mejoran como personas. Pero queridas, seamos honestas! La dulce espera, lo único que tiene de dulce son los antojos y la idea de una futura recompensa. 

Nos reconforta saber que son 9 meses de preparación para la mejor época de nuestras vidas. Algo que no conocemos, pero que todo el mundo se empecina en afirmar: que es lo mejor que nos puede pasar. Y no importa cuántos consejos recibamos, o cuántas historias escuchemos. Indefectiblemente las olvidaremos, solamente para recordarlas cuando ya sea demasiado tarde.  Mientras tanto, sentir sus pataditas, escuchar su corazoncito y verlo moverse como renacuajo dentro nuestro pasará a ser la principal actividad en nuestras vidas. Estaremos acompañadas 24 horas al día, sin descanso, sin feriados, sin piquetes. Los dolores, el cansancio y la ansiedad serán también compartidas con ese pequeño ser que no conocemos, pero al que ya amamos más que a nuestra propia vida. Tendremos mucho miedo, pero no nos sentiremos nunca más solas. Soportaremos muchos dolores (es que, además, no nos queda otra!) pero bastará una patadita, una simple patadita que nos recuerde que hay vida creciendo en nuestro interior, que hay magia en todo ese proceso de crecimiento, para que una vez más todos nuestros pesares se diluyan en la adrenalina del cercano encuentro.

Las noches que pasamos sin dormir (es mentira que las embarazadas duermen bien, sobre todo al final del embarazo!), las veces que nos tenemos que detener para poder respirar, los momentos que insultamos en idiomas que jamás llegamos a conocer, simplemente se transformarán en la victoria del encuentro tan esperado. El día de la cita con nuestro bebé será el día en que toda esta amargura se transformará para dar paso al regalo más hermoso y por supuesto, a nuevas amarguras que serán parte de esta nueva odisea...o pensaste que lo malo era pasajero?

La vida misma está llena de desafíos, todos ellos con sabores dulces y amargos; está en nosotros encontrar el balance. Ser mamá es el desafío más grande de todos. Nunca vas a sentir tanto miedo y tanta paz al mismo tiempo. Vas a sentir que no sabés nada, pero que a la vez sabés todo. Nunca vas a dudar tanto de tu capacidad de tolerancia y nunca vas a terminar de sorprenderte de tu capacidad de lucha. Porque las madres, antes que nada, somos madres y nada ni nadie nos puede quitar tan hermosa definición de persona. 

No importa cuán amarga sea tu espera. No desesperes. Pasa y se termina, para dar lugar al amor más grande que podrás conocer jamás.

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