Signing peace in a fun way: empathy. Because living together doesn't have to be a nightmare!

How cute is love, to feel in love, to feel loved by another person in the same way. Everything around us is just perfect. The colours are sharper, the aromas are most delicious and the music beats in melody and rhythm.

Nothing seems to break this idyll, this magic that merged between two people in an almost perfect way. Until one day, this sweetness could only be in one piece and under one roof: that's when we decided to try living together.

What could go wrong? Isn't love the basis of everything, the foundation that might support us up to the harshest storm? Is there anything more we can need?

Well, yeah. Living together is the beginning of the end. It may sound apocalyptic (in fact, in part it is). But it's not really as negative as it seems at first sight.

It may happen that one moves to the other's place, or can both decide to brand the challenge seeking the common nest. This is what I've done before, so this is the case I know and what I can refer to.

So, decision made, key on one hand and courage in the back, we set up the luggage, collect the basics to get started and that's it. Now we are domestic partners, roommates; in short: we are a team.

Like every beginning is usually wonderful. Little furniture, little mess, lots of purchased food. And meanwhile we are slowly moving spaces that will soon be little battlefields between us. Who would have thought that the way to cap the toothpaste would fit in a dispute? Or the side of the bed that will sleep at?

The everyday becomes insportable. The cheers turns into caused silences or deafening screaming. The things that got us together then divide us. Those dancing butterflies we use to feel in our stomachs, now are landing on dirty dishes causing endless debates. One of us is screaming, for sure while the other is turning around and just ignoring. Hatred takes over our body try to hide the failure's pain. Because in the end, what we really regret the most is the feeling that we have failed. And indeed, we are just beginning the journey!

An yes, living together is the beginning of the end. You stop being "yourself" to be "us". It is not about me either, it's about us. It's the ego that resounds in our heads constantly and needs space itself. It's the ego which causes us fear. Because living together consists in yielding, conquering spaces and sharing them. Make do and leave. Mutate our innate lonely essence to a perfect couple. Let the mundane goes away. Does it really worth sleeping apart by not agree on who takes out the garbage? It is a lack of understanding or is it a power struggle?

You have to give more. You have to love more. You have to give to get back. Empathize: understand each other, understand and embrace your partner, anytime. Perceive what your partner's feel, get active participate in his emotional reality. Exit yourself, talk less and listen more. Mainly, listen to what he doesn't tell you in words. If you can do that, you'll have achieved happiness.

And finally, always raise fondly rules, seeking for peace. Once embedded, living together is the nicest thing that can happen to you. The beginning of the end of loneliness, because well practiced, make us a team that forces us to participate in the game of life every day. And when your team is ahead, you'll never want to give up and stop participating.

Firmando la paz de una manera divertida: la empatía. Que convivir no se convierta en un infierno!

Qué lindo es el amor, sentirse enamorado, sentirse amado por otra persona de la misma manera. Todo lo que nos rodea es perfecto. Los colores son más nítidos, los aromas más sabrosos y la música al compás, melodiosa y rítmica.

Nada pareciera poder quebrar este idilio, esta magia que entre dos se fusionó de una manera casi perfecta. Hasta que un buen día, tanta dulzura sólo cabe en una sola pieza y bajo un mismo techo: es cuando hemos decidido probar la convivencia.

Qué podría ir mal? Acaso no es el amor la base de todo, el cimiento que soporta hasta la más cruda tempestad? Hace falta algo más?

Pues, sí. La convivencia es el inicio del fin. Podrá sonar apocalíptico (de hecho, en parte lo es). Pero no es un aspecto realmente negativo como pareciera a simple vista.

Puede suceder que uno se mude al espacio del otro, o puede que ambos decidan estrenar el desafío buscando el nido común. Este último es el caso que conozco y al que puedo referirme.

Entonces, decisión tomada, llave en mano y coraje en la espalda, armamos el equipaje, recolectamos lo básico para arrancar y listo. Somos concubinos, compañeros de cuarto; en definitiva: un equipo.

Como todo comienzo, suele ser maravilloso. Pocos muebles, poco desorden, mucha comida comprada. Y entre tanto, de a poco se van avanzando espacios que en breve serán pequeños campos de batalla. Quién hubiera pensado que la forma de tapar el dentífrico tendría cabida en una disputa? O el lado de la cama en el que va a dormir cada uno?

Lo cotidiano se vuelve insportable. Las alegrías se transforman en silencios provocados o en gritos ensordecedores. Aquello que nos unía, ahora nos separa. Aquellas mariposas que revoltosas bailaban en nuestros estómagos, ahora se posan en los platos sucios provocando debates interminables y desgastantes. Uno seguro grita mientras el otro se da media vuelta e ignora. El odio se apodera de nuestro cuerpo tratando de esconder el dolor de sentir el fracaso. Porque al final, lo que más nos pesa es el hecho de sentir que hemos fracasado. Y, en realidad, recién estamos comenzando el viaje!

Y sí, la convivencia es el inicio del fin. Es dejar de ser uno mismo, para ser dos. Ya no soy yo, somos nosotros. Es el ego lo que nos retumba en la cabeza constantemente y la necesidad de espacio propio, lo  que nos provoca temor. Es que convivir consiste en ceder sin provocar, conquistar espacios y compartirlos. Hacer y dejar hacer. Mutar nuestra innata esencia solitaria a una dupla perfecta y dejar pasar lo mundano. Realmente vale la pena dormir distanciados por no ponernos de acuerdo en quién saca la basura? Es acaso falta de entendimiento o lucha de poder?

Hay que ceder más. Hay que amar más. Dar para recibir. Empatizar: entender al otro, comprenderlo y abrazarlo en todo momento. Percibir lo que siente, participar activamente de su realidad afectiva. Salir de uno mismo, hablar menos y escuchar más. Principalmente, escuchar lo que el otro no nos dice con palabras. Si logramos hacerlo, habremos logrado la felicidad.

Y por último, plantear siempre las reglas con cariño, buscando la paz. Una vez encastrados, la convivencia es lo más lindo que nos puede pasar como personas. El inicio del fin de la soledad, porque bien practicada, nos anota en un equipo que nos obliga a participar en el juego de la vida todos los días. Y cuando tu equipo lleva la delantera, ya nunca más querés dejar de participar.

Mi final feliz

Y vivieron felices para siempre. Ese es el recuerdo que tengo como moraleja de todos los cuentos de mi niñez.

Que si era una buena niña durante el año, "Papá Noel" me recompensaría y me traería un merecido regalo.

Que de grande podía ser lo que yo quisiera, que uno tiene que hacer lo que le gusta.

Pero un día crecí y me di un fuerte golpe contra la pared de mis prejuicios y creencias. Me sentí mal, me sentí sola. No tenía las herramientas para revocar nada. Tenía que ponerme a estudiar de cero. 

Alguna vez me enamoré, me empeciné en creer que ése era mi final feliz y soporté cosas que no debería haber soportado. Hice cosas que no debí haber hecho tampoco. Agonizante y moribundo, llegó mi final feliz: la soledad de encontrarme conmigo misma y rehacer los pedacitos de mi ser otra vez.

Tomó su tiempo. Tomó lágrimas, mucho dolor, muchos nuevos errores. Pero volví a ser yo, con conocimientos nuevos y ganas de volver a intentar, esa sensación de supervivencia y superación innata que (casi) todos llevamos dentro.

Me volví a enamorar, esta vez de una manera tan distinta. Sin caprichos ni cuestionamientos. Sin celos infundados y sin requerimientos despóticos sobre las actividades del otro. Eramos dos personas que nos elegíamos para compartir la vida de una manera sensacional. Todo parecía encastrar; una vez más caí en el facilismo de creer que había encontrado mi "final feliz". Pero ese final recién comenzaba...y sería eterno, o no, según qué quisiera yo, según qué quisiera él. Estaba ante un final continuado, que no dependía solamente de mí. Y eso me asustaba un poco. Pero acá estoy, viviendo mi final feliz todos los días; a veces con lágrimas, a veces con enojo, a veces en silencio. Porque la felicidad, como todo, había sido que también tiene sus altibajos. Y pasan. Como la vida misma.

Así también, de niña trataba sobremanera de ser buena. Desarrollé un "súper yo" bastante hermético y totalitario. Nada de colores, todo era blanco o negro. Cada error era una frustración imposible de reparar. Nadie parecía notar mi esfuerzo por ser mejor. "Papá Noel" nunca me traía lo que le pedía. Tampoco nunca lo cuestionaba. Algo seguramente había hecho mal. La culpa era un traje demasiado bordado, pesado para llevarlo todos los días. 

Me quedaba la idea de ser lo que yo quisiera. El tema es que no sabía qué quería y tampoco tenía un abanico de posibilidades lo suficientemente amplio como para poder decir, a ciencia cierta, que estaba realmente "eligiendo" lo que más me gustaba. Estaba más bien direccionada a carreras ligadas al arte, al derecho, a lo social. Y quisieron convencerme de que era realmente buena para eso, no por el esfuerzo que pudiera dedicarle. Simplemente era buena, yo era buena, muy buena. Y me lo creí...

Nada de lo que hice internalizó en mí mérito alguno, porque era lógico que lo iba a obtener...yo era buena, punto. Los logros que llegaron era sólo una consecuencia lógica de mi persona. No requería esfuerzo, porque yo era buena. El dolor del golpe contra la pared de la realidad, esta vez, fue un dolor que no se me quitó ya más de los huesos. Quedé resentida, y en días de humedad, el dolor me agobia bastante.

Aún así, vivo feliz para siempre. Vivo como puedo, aprendo lo que puedo y trato de explotar al máximo mis cualidades. 

La vida no es justa, soy lo que hago de mí y vivo mi final feliz porque acepto las diferencias de mi compañero, no porque él o yo no las tenga. Somos un engranaje perfecto que rueda hacia adelante, siempre. Pero ello depende de ambos, ya no sólo de mí. Y mientras podamos coexistir de esta manera, el final feliz seguirá presente. El día que no, será el momento de redescubrir el final feliz. 

My happy ending

And they lived happily ever after. That's the memory I have as moral of a fable of all the stories of my childhood.

If I was a good girl during the year, "Santa Claus" would reward me and bring me the gift I deserved.

Then, when I grow up I could be whatever I wanted. You always have to do what you really like.

but one day I grew up and took a heavy blow against the wall of my prejudices and beliefs. I felt bad, I felt alone. I didn't have the tools to conquer the obstacles in front of me. I had to start studying from scratch.

However, once I felt in love, I hardly tried to convince myself that this relationship was my happy ending and I endured things that shouldn't have supported, ever. I did things I shouldn't have done and I put up with things I shouldn't have and did things that I shouldn't have. My happy ending was agonising and dying: the loneliness of find myself and redo bits of me, again.

It took time, tears, pain, many new errors. But I found myself again, with new skills and looking forward to try again, that innate sense of survival and overcoming that (almost) all of us have inside.

I fell in love, this time in a such different way, without questions, expectations or unfounded jealousy. There were no despotic requirements on the activities of the other. We were two people who chose us both mutually to share the life in a such sensational way. Everything seemed as it should and I believed that I found my happy ending.

But that ending was just starting and would last forever, or not, so this happy ending could be a new beginning, depending on what we both wanted. I was standing in front of a potential new beginning, but it didn't depend only on me. And that scared me a little. But here I am, living my happy ending every day; sometimes with tears, sometimes with anger, sometimes in silence. Because happiness, like everything else, has its ups and downs. And they pass. Like life itself.

Also, as a child I tried so hard to be exceedingly good. I developed a "super-ego" quite secretive and totalitarian. No colors, everything was black or white. Each error was frustrating to no end. No one seemed to notice my effort to be better. Santa never brought me what I asked for, but I never questioned him. I must have done something wrong. The guilt was an ornate lead tuxedo that I had to wear every day.

I was focused on achieving my goals. The problem is that I didn't really know what I wanted for goals only what I thought I should have as goals to be a good girl and I didn't have a range of comprehensive enough to say for certain possibilities, that I was really "choosing" what I liked most. I think I was rather directed by my family to things related to art, law, social careers. And they tried to convince me I was really good for that, not for the effort I could spend. I was just good, really good, very good at it. And I believed it.

Nothing that I've done internalized any merit in me, because it was logical that I was going to get it, because I was good, and that's it. My achievements came effortlessly as a logical consequence of being me. And when I discovered I was wrong, it was like a head on collision into a wall that my bones haver never recovered from. This is the pain of regret. I was resentful, and in humidity days the pain overwhelms me enough.

I live happily ever after, though. I live as I can, I learn what I can and I try to fully exploit my strenghs.

Life is not fair, I'm what I do for myself and live my happy ending because I accept my partner's differences, not because he or I have them or not. We are perfectly meshed gears working together, but the day we no longer mesh is the day when I will have to find a new happy ending.

There are no recipes, no secret formulas. Love, patience, understanding. Empathy. Listening before speaking, thinking good of the other person first, always. Not being so hard on yourself or stay on past glories. The glories are ephemeral and you must continually move to grow, find new glories all the time. And let guilt aside. Take care of our mistakes. Modify them. And never, ever, stop moving.