Sunday, July 27, 2014

Firmando la paz de una manera divertida: la empatía. Que convivir no se convierta en un infierno!


Qué lindo es el amor, sentirse enamorado, sentirse amado por otra persona de la misma manera. Todo lo que nos rodea es perfecto. Los colores son más nítidos, los aromas más sabrosos y la música al compás, melodiosa y rítmica.


Nada pareciera poder quebrar este idilio, esta magia que entre dos se fusionó de una manera casi perfecta. Hasta que un buen día, tanta dulzura sólo cabe en una sola pieza y bajo un mismo techo: es cuando hemos decidido probar la convivencia.


Qué podría ir mal? Acaso no es el amor la base de todo, el cimiento que soporta hasta la más cruda tempestad? Hace falta algo más?

Pues, sí. La convivencia es el inicio del fin. Podrá sonar apocalíptico (de hecho, en parte lo es). Pero no es un aspecto realmente negativo como pareciera a simple vista.

Puede suceder que uno se mude al espacio del otro, o puede que ambos decidan estrenar el desafío buscando el nido común. Este último es el caso que conozco y al que puedo referirme.

Entonces, decisión tomada, llave en mano y coraje en la espalda, armamos el equipaje, recolectamos lo básico para arrancar y listo. Somos concubinos, compañeros de cuarto; en definitiva: un equipo.
Como todo comienzo, suele ser maravilloso. Pocos muebles, poco desorden, mucha comida comprada. Y entre tanto, de a poco se van avanzando espacios que en breve serán pequeños campos de batalla. Quién hubiera pensado que la forma de tapar el dentífrico tendría cabida en una disputa? O el lado de la cama en el que va a dormir cada uno?
Lo cotidiano se vuelve insportable. Las alegrías se transforman en silencios provocados o en gritos ensordecedores. Aquello que nos unía, ahora nos separa. Aquellas mariposas que revoltosas bailaban en nuestros estómagos, ahora se posan en los platos sucios provocando debates interminables y desgastantes. Uno seguro grita mientras el otro se da media vuelta e ignora. El odio se apodera de nuestro cuerpo tratando de esconder el dolor de sentir el fracaso. Porque al final, lo que más nos pesa es el hecho de sentir que hemos fracasado. Y, en realidad, recién estamos comenzando el viaje!
Y sí, la convivencia es el inicio del fin. Es dejar de ser uno mismo, para ser dos. Ya no soy yo, somos nosotros. Es el ego lo que nos retumba en la cabeza constantemente y la necesidad de espacio propio, lo  que nos provoca temor. Es que convivir consiste en ceder sin provocar, conquistar espacios y compartirlos. Hacer y dejar hacer. Mutar nuestra innata esencia solitaria a una dupla perfecta y dejar pasar lo mundano. Realmente vale la pena dormir distanciados por no ponernos de acuerdo en quién saca la basura? Es acaso falta de entendimiento o lucha de poder?
Hay que ceder más. Hay que amar más. Dar para recibir. Empatizar: entender al otro, comprenderlo y abrazarlo en todo momento. Percibir lo que siente, participar activamente de su realidad afectiva. Salir de uno mismo, hablar menos y escuchar más. Principalmente, escuchar lo que el otro no nos dice con palabras. Si logramos hacerlo, habremos logrado la felicidad.
Y por último, plantear siempre las reglas con cariño, buscando la paz. Una vez encastrados, la convivencia es lo más lindo que nos puede pasar como personas. El inicio del fin de la soledad, porque bien practicada, nos anota en un equipo que nos obliga a participar en el juego de la vida todos los días. Y cuando tu equipo lleva la delantera, ya nunca más querés dejar de participar.





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